El negocio de la música hoy: un sistema gigante que se volvió chico para los artistas

Informe especial – Industria musical, streaming, radios, sellos y el nuevo mapa argentino
El negocio global de la música parece estar viviendo su época más “exitosa”: las plataformas suman millones de usuarios, los megafestivales se venden en minutos y los grandes artistas baten récords de reproducciones. Sin embargo, cuando se corre el velo y se mira el corazón del sistema el artista la foto es muy diferente.
Y en Argentina, esa contradicción se siente todavía más fuerte.
Porque mientras las cifras globales celebran el crecimiento del streaming, gran parte de la escena local enfrenta la misma pregunta:
¿Cómo puede ser que haya tanta música circulando y, al mismo tiempo, tan poca posibilidad real de vivir de ella?
Este informe intenta explicar por qué.
Un sistema que crece… pero hacia adentro
A nivel global, la industria musical aumentó sus ingresos en los últimos años impulsada casi exclusivamente por el streaming. Sin embargo, ese crecimiento es engañoso: no se distribuye de manera equitativa, ni afuera ni en Argentina.
Los sellos grandes las famosas “majors” siguen controlando catálogo, inversión, playlists y acuerdos comerciales. El artista que entra en ese circuito tiene chances reales de visibilidad. El que no, queda librado a su propia suerte.
En Argentina, donde la economía del directo se volvió crucial, ese desequilibrio se siente incluso más:
la industria crece arriba, pero no derrama abajo.
Sellos, productoras y la brecha que no se achica
En los 90 y principios de los 2000, los sellos nacionales tenían un rol decisivo: descubrían artistas, producían discos, difundían en radio, empujaban giras nacionales.
Hoy, ese modelo casi desapareció.
¿Qué quedó?
- Un puñado de sellos grandes con capital extranjero.
- Sellos independientes con muy poco presupuesto.
- Una enorme cantidad de artistas autoproducidos, sin estructura ni herramientas de marketing.
Muchos músicos argentinos publican desde su casa con un agregador digital, pero publicar no es lo mismo que circular.
Y circular no es lo mismo que crecer.
Hoy un artista puede subir su canción a Spotify en 20 minutos. Lo que no puede es lograr que alguien la encuentre.
Radios, TV y medios: puertas cada vez más cerradas
Durante décadas, la radio argentina fue un motor cultural: podía instalar un artista, romper un hit, crear escenas completas.
Hoy las radios comerciales del país tienen una política clara:
no arriesgar.
La mayoría repite listas cerradas, rotaciones muy cortas y artistas que ya están consolidados. Es casi imposible entrar si no se tiene detrás una estructura que garantice prensa, marketing y respaldo de la industria.
En la práctica:
- Si no estás en un sello, no sonás.
- Si no sonás, no creces.
- Si no creces, no girás.
- Y si no girás… no vivís de la música.
Los medios digitales tampoco reemplazaron ese rol. Las coberturas existen, pero la amplificación masiva que daba la radio ya no está.

El streaming: el lugar donde “todos pueden estar”, pero donde casi nadie gana
Spotify, Apple Music y YouTube cambiaron el juego. Permitieron que cualquier artista argentino llegue al mundo.
Pero también generaron una paradoja:
Democratizaron el acceso, pero no la oportunidad.
Los pagos por reproducción son bajísimos. Para vivir solo del streaming, un artista necesitaría millones de escuchas por mes. La mayoría no llega ni al 1% de esa cifra.
Además:
- Las playlists importantes son administradas por majors.
- Las playlists algorítmicas priorizan canciones cortas, gancheras y rápidas.
- Herramientas de “promoción” permiten pagar visibilidad a cambio de menos regalías.
En un país donde producir música cuesta cada vez más caro, la ecuación no cierra.

Conciertos y festivales: la salvación que también es un filtro
En Argentina, el vivo se convirtió en el principal ingreso real.
Pero ahí también aparece el problema: el circuito grande está hiperconcentrado.
Las empresas de espectáculos que manejan estadios, festivales y giras internacionales fijan condiciones, precios y estructuras difíciles de igualar para artistas sin un sello detrás.
Para los emergentes, quedan los bares, los teatros pequeños y la autogestión. Espacios valiosos, sí, pero económicamente insuficientes.
Al mismo tiempo, la crisis económica argentina golpea fuerte: entradas más caras, menos consumo y mayor competencia por la atención del público.
La ecuación es clara:
hay más shows, pero menos plata, y menos oportunidades reales para subir de escala.
¿Hay decadencia musical? Sí, pero no artística: estructural
No faltan buenos músicos. No faltan ideas. No falta creatividad.
Lo que falta es un sistema que los sostenga.
La decadencia musical no es estética aunque la homogeneización del algoritmo influye sino estructural.
Se ve en:
- Menos álbumes conceptuales (caros de producir).
- Más singles descartables.
- Menos riesgo artístico.
- Más dependencia de trends y redes sociales.
- Menos diversidad real en medios tradicionales.
- Más necesidad de “viralidad” para existir.
El problema no es el artista.
El problema es el contexto.

La Argentina musical que resiste
A pesar de todo, la escena argentina sigue viva.
Independientes que se sostienen con giras autogestionadas, cooperativas de sello, radios comunitarias, medios culturales, festivales alternativos y proyectos que encuentran su público nicho.
Argentina siempre tuvo una resiliencia cultural única.
Pero hoy esa resistencia convive con un sistema que la castiga más de lo que la impulsa.
¿Qué necesita la industria local para volver a crecer?
- Medios que abran espacio real a artistas emergentes.
- Políticas públicas culturales que apoyen la difusión, la circulación federal y la producción.
- Mayor transparencia en plataformas sobre cómo se distribuye la visibilidad.
- Ecosistemas locales de sellos y productoras con acceso a crédito y financiamiento.
- Promotores y salas que integren grillas mixtas (consolidado + emergente).
La música argentina no necesita ayuda creativa eso sobra, necesita oxígeno industrial.
Conclusión: un gigante con pies de streaming
El negocio musical global es enorme, pero su estructura ya no sirve para sostener la diversidad ni la renovación.
En Argentina, donde todo se vuelve más extremo, la contradicción es todavía mayor:
nunca se escuchó tanta música, pero nunca fue tan difícil vivir de hacerla.
Hasta que el sistema no vuelva a poner al artista en el centro y no al algoritmo, al sello o al sponsor la industria será un gigante brillante por fuera y vacío por dentro.

