En medio del ruido constante de notificaciones, contenido infinito y una rutina marcada por la conexión permanente, una nueva práctica silenciosa está ganando terreno entre jóvenes de distintas partes del mundo: dejar de mirar el celular durante los viajes en transporte público. Una acción mínima, casi imperceptible, que sin embargo apunta a algo más profundo: recuperar el control del tiempo y reconectar con el entorno real.
Esta especie de “pausa digital” (barebacking), que surgió en Europa y ya empieza a instalarse en otros países, propone algo tan simple como poderoso: resistir la necesidad de estar disponible 24/7 y permitir, aunque sea por unos minutos, que el presente vuelva a ocupar su lugar.

Desenchufar para volver a mirar
La idea no es dejar el celular por completo, sino marcar momentos de descanso dentro de una rutina hiperconectada. Y quienes más la están impulsando son, justamente, quienes crecieron con la tecnología al alcance de la mano. Esta generación, lejos de rechazar lo digital, empieza a cuestionar sus efectos y a buscar formas más equilibradas de usar las pantallas.
Entre las estrategias más comunes aparecen: silenciar notificaciones, desinstalar redes sociales temporalmente, dejar el celular en casa al salir a entrenar o, como en este caso, no usarlo mientras se viaja. Todo con el mismo objetivo: frenar un poco, respirar, mirar alrededor y recuperar la presencia.
¿Es posible desconectarse de verdad?
La dificultad no está solo en la voluntad, sino en la estructura misma de la vida cotidiana. El celular concentra funciones básicas como el reloj, la agenda, la billetera, el GPS, la radio, la cámara, el entretenimiento, las noticias, la salud y mucho más. Usarlo menos no siempre es tan sencillo como parece.
A eso se suma un diseño digital pensado para retener la atención y mantenernos dentro de las plataformas el mayor tiempo posible. El resultado: fatiga mental, baja tolerancia a la espera, dificultades de concentración y una sensación constante de no llegar a todo.

La desconexión como acto educativo y cultural
Cada vez más espacios –escuelas, hogares, universidades, medios– abren el debate sobre el uso del tiempo frente a las pantallas. ¿Cuánto es demasiado? ¿Qué se pierde cuando todo pasa por un celular? ¿Cómo afecta la forma de aprender, vincularse y pensar?
En algunos países ya se están tomando medidas como limitar el uso de celulares en ámbitos educativos. Pero más allá de las normas, hay una toma de conciencia que crece: desconectarse, aunque sea por un rato, no es retroceder, sino recuperar algo que la velocidad digital nos está quitando.
En ese sentido, esta tendencia puede ser vista como un gesto educativo. No por lo que prohíbe, sino por lo que propone: pausar, observar, pensar, respirar. Y volver a elegir, con más conciencia, cuándo y cómo queremos estar conectados.

